—¡Nosotros nos encargamos! —dijo Ana, que lideraba el grupo—.
Una vez en el
laboratorio, empezaron a plantear el problema. Realmente, en sus cálculos no
necesitaban mucha precisión. Un error de 10 m era admisible. Por su cabeza
pasaron muchas ideas: tiempo trascurrido desde que ves la luz hasta que oyes
el sonido, velocidad de sonido en el aire, influencia de la velocidad de
este en función de la humedad, temperatura, densidad del aire, etc. Al final
fue Miriam quien zanjo la situación: contaremos el tiempo desde que veamos
la luz hasta que se oiga el estruendo y usaremos una velocidad del sondo de
344 m/s. Para ello contamos con detectores de
luz y cronómetros y Carlos,
el físico-matemático del grupo, con su conocimiento de triangulación
inversa, resolución se sistemas de ecuaciones, etc. nos llevará a la
solución final.
Iban a fabricar un equipo consistente en un detector de luz, un micrófono y
un arduino. De la fabricación y montaje se encargarían Ana y Beatriz, del
software de control y la sincronización de los equipos se encargaría Carlos,
Miriam se encargaría de las pruebas finales y control de calidad. Alejandro ,
que estaba en muy buena forma física y además era geocacher, se encargaría de
salir corriendo en cuanto tuviese las coordenadas. Llego el día, o mejor
dicho la noche, prepararon cada uno en su casa los equipos y a esperar.
Se ilumino el cielo
y pocos segundo después se escucho ¡¡¡ PUM !!!. Los equipos comenzaron a
escupir datos:
Ana
--------- 2.471 s
Beatriz ------ 4.192 s
Carlos --------2.940 s
Alejandro --- 2.088 s
Miriam ----- 1.847 s
Además, sabían las
coordenadas de las casa de cada uno
Ana
----------
N 42º 0.196 W 4º 32.562
Beatriz ------ N 42º 0.180 W 4º 31.267
Carlos ------- N 41º 59.603 W 4º 31.528
Alejandro --- N 41º 59.463 W 4º 32.380
Miriam ------ N 41º 59.939 W 4º 31.762
—¡Lo tenemos! —exclamó Beatriz—. El gamberro se esconde
en estas coordenadas, Alejandro salió como un rayo, tal vez fuese su primer
FTF. Y efectivamente consiguió pillar al graciosillo que resultó ser un adolescente aburrido que solo quería un poco de
emoción en su vida nocturna.
El adolescente, avergonzado, prometió no volver a hacerlo. Los vecinos,
satisfechos de haber recuperado sus tranquilas noches, lo celebraron con
churros y chocolate caliente.
Desde entonces, la ciudad volvió a ser un lugar tranquilo y los cinco amigos
se convirtieron en lo héroes locales, por fin la física y las matemáticas habían
servido para algo "útil". Los vecinos nunca olvidaron cómo la
ciencia y la colaboración lograron traer paz de vuelta a sus casas.
Y así, con una mezcla de ingenio y determinación, la ciudad volvió a dormir
en paz, mientras el gamberro, arrepentido, se dedicó a otras actividades
menos ruidosas y más constructivas.
En recuerdo de
aquella inolvidable noche, Miriam y Alejandro colocaron un cache en el
lugar, ¿serías capaz de encontrarlo?.