Romanos, judíos, egipcios, chinos y otros pueblos en tiempos antiguos, veían a los cementerios como sitios de infección y los establecían muy fuera de la ciudad. Excepción notable fueron los primeros cristianos quienes prohibidos de practicar su religión, enterraban a sus muertos en tumbas comunes en sus casas de reuniones y casas de adoración. Y aún cuando tuvieron libertad de religión, continuaron enterrando a sus muertos en las iglesias y campos adyacentes a éstas - prácticas desconocidas en esos tiempos. Fueron también estos primeros cristianos quienes por primera vez llamaron a estos campos, cementerios, palabra tomada del griego koimeterion que significa, "lugar de reposo".
Al extenderse el cristianismo a toda Europa, las iglesias con sus tumbas internas y cementerios aumentaron. En la Edad Media y el Renacimiento muchas de las plagas y epidemias que azotaron Europa, tuvieron sus orígenes en las iglesias y cementerios cristianos, verdaderos focos de infección. El problema que presentaban, especialmente las tumbas internas, eran la cercanía a seres vivientes, ya que muchos de los muertos que alojaban habían padecido de enfermedades infecciosas.