UFO!
Cuando los OVNIs rondaban la Sierra de Béjar
El 21 de marzo de 1974, Maximiliano Iglesias Sánchez de 21 años, de madrugada, enfila de una oscura carretera para enfrentarse con lo desconocido...
"Aquel día, yo salía de Pinedas, donde vive mi novia hacia las dos y cuarto de la madrugada. Monté en el 'Avia' (su furgoneta) y partí hacia Lagunilla. Pero de pronto, cuando me encontraba entre Valdehijaderos y Horcajo, a unos 500 o 600 metros, y en plena carretera vi una luz muy potente".
El testigo observa que en medio de su camino existen dos focos de luz de color blanca, que disminuyen de intensidad a los pocos minutos de observación. El motor del vehículo de Maximiliano se detiene inexplicablemente. La furgoneta se resiste a arrancar mientras que un ligero nerviosismo comienza a florecer en el joven conductor salmantino.
"Me quedé en la cabina y observé las luces que tenía frente a mí. Una, como les decía estaba en mitad de la calzada. La otra flotaba inmóvil a la derecha de la primera a unos 15 o 17 metros sobre el campo".
El transportista aseguró que el objeto que estaba sobre la carretera, podía medir sobre los 15 metros, era de metal, sin remaches, ni puertas, ni ventanillas, completamente liso y sin aristas.

«Como un plato puesto encima de otro grande y redondo»
Se sostenía sobre tres patas de medio metro cada una. Cuando ya no tenía dudas sobre la extrañeza de su visión, unas enormes siluetas surgidas tras la luminosidad del objeto le sobrecogen. Se trata de dos humanoides muy altos, enfundados en unos trajes parecidos a los de un buzo. Gesticulan entre ellos y señalan en dirección al joven que no pudo hacer más que aferrarse al volante. Tras desaparecer en el interior del ovni, sin que pudiera ver por donde lo hacían, éste despegó tras un fuerte ruido. Tras poner en marcha el vehículo, Maximiliano emprende su camino, deteniéndose a los 200 metros para observar como, de nuevo, los objetos toman tierra tras él. Sin ánimos para averiguar más sobre aquellos cacharros y sus tripulantes, el camionero marchó del lugar sin imaginar lo que horas después iba a sucederle.
Al día siguiente, por motivos laborales, acude otra vez al pueblo de Pinedas, regresando a su domicilio sobre las 23:00 horas de la noche. Pese a que la familia de su novia, conocedora de los hechos vividos por el joven, le sugiere que pernocte en su domicilio aquella noche, Maximiliano está seguro que no volverá a ocurrirle nada extraño. Por ello decide regresar a su pueblo con total tranquilidad y confianza, hasta que, aproximándose al lugar del avistamiento, se topa de nuevo con las misteriosas luces en mitad de la carretera y de nuevo el sistema eléctrico del vehículo falla y se ve obligado a detenerse. Estaba situado a unos 200 metros de las tres luces que le obstaculizaban el paso, dos de ellas sobre el campo y una sobre la calzada.
"Sin que supiera por dónde, salieron de aquel objeto cuatro figuras. Eran tan altas como las de la noche pasada. Se recortaban perfectamente frente a la luz del aparato que estaba en la carretera. Los observé con cierta alarma, parecían mirarme y gesticularon entre ellos, como si no estuvieran de acuerdo. Y de pronto, empezaron a caminar hacia mí".
Con el corazón en un puño, Maximiliano emprende la huida a pie, mientras los gigantes se encaminan firmes y decididos tras sus pasos. Tras unos dos kilómetros de frenética persecución, tropezando en la oscuridad con la maleza y rocas, nuestro testigo siente flaquear sus fuerzas. Sus perseguidores no andan muy lejos, la única salvación, a la vista, un pequeño riachuelo, una zanja en la que se esconde tendido, hundido prácticamente en el barro. Los seres se detienen a unos 20 metros de su posición y comienzan a buscarle. Se organizan y se separan para hacer más efectivo su rastreo. Maximiliano escucha los latidos de su corazón contra el suelo, el tiempo parece detenido. Los humanoides rastrean el terreno escudriñando la oscuridad en busca de su "presa". Tras unos angustiosos minutos que parecen eternos. Los extraños seres abandonan la búsqueda y desaparecen en la noche. Al rato, tras sentirse a salvo, Maximiliano reemprende el camino de vuelta sin esperar más contratiempos. Se equivoca. El resplandor en mitad de la carretera le advierte que los humanoides siguen allí, pero no había el menor rastro de ellos. Despacio, tras comprobar que la cabina del camión está desierta, se sube al vehículo y tras cerrar la puerta, los seres aparecen junto al ovni posado en la calzada. Sin embargo tras una aparente conversación entre ellos, se introducen en la luz, y ésta se eleva hasta el cielo, dejando las otras dos en tierra. Maximiliano, haciendo gala de una sangre fría envidiable arranca la furgoneta y cruza la carretera pasando muy cerca de las luces posadas sobre el campo.
"Pero a los 200 o 300 metros volví a parar el camión. Lo dejé oculto tras una curva y a pesar de todo me acerque a la zona, procurando ocultarme en la maleza. La que se había remontado estaba nuevamente sobre la carretera y los cuatro seres habían salido otra vez. Creo que hacían algo al lado de la calzada".
Se acercó hasta unos 10 o 15 metros de los humanoides y pudo entre otras cosas cerciorarse que el enorme artefacto carecía de puertas o aberturas. Durante 10 minutos observó a los seres, que calzaban botas e iban con la cara y manos descubiertas, atareados, inclinados y arrodillados, mientras introducían unos extraños artilugios en la tierra. Unas herramientas en forma de T y de herradura.
“Primero hundían la T en la tierra, sujetándola por el palo y, a continuación, colocaban las dos puntas de la herradura en la hendidura".
Los tripulantes de aquellos ovnis relucían en la noche con sus monos ajustados brillantes. No hablaban entre ellos y se dedicaron con gran detenimiento a horadar la tierra. Maximiliano no pudo resistir más la tensión que le embargaba, y dejó a los humanoides absortos en su faena. Mientras se alejaba del lugar, el joven salmantino, como despertado de una espantosa pesadilla, no podía creer lo que le había ocurrido, sin embargo el barro que cubría completamente su mono, le indicaba que todo había sido muy real.
Al día siguiente, el transportista relató lo sucedido y la Guardia Civil de Béjar inició una investigación sobre el caso. Los agentes comprobaron que en el lugar del supuesto aterrizaje había aparecido todo un rosario de huellas y extraños surcos en las laderas del camino y días después miembros de un equipo de investigación detectaron altos niveles de radiación, en aquel preciso punto, gracias a un detector Geiger…

Si queréis ver cómo lo cuenta el amigo Iker Jimenez en su programa, aquí podéis hacerlo.
El caché es un mini con el logbook, se necesita llevar algo para escribir. Se puede aparcar justo en la entrada del camino donde está situado o se puede dejar el coche en Horcajo y acercarse dando un paseo, la carretera no tiene mucho tráfico pero hay que tener cuidado con los niños.
Fuentes:
La Vanguardia
http://caravaca.blogspot.com/2006/02/encuentros-en-la-carretera.html
http://www.ikerjimenez.com/cuartomilenio/casos-limite/maxi-iglesias/
El País
